
Belleza por cenizas
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Hoy en el trabajo, tuve el privilegio de observar algunos ciervos vagando por el terreno. Mientras estaba allí, me vino a la mente el Salmo 42:1:
“Como anhela el ciervo las corrientes de las aguas, así anhelo yo a ti, oh Dios.”
Fue una vista muy pacífica: estas criaturas disfrutaban del hermoso clima tanto como nosotros, si no más, que los humanos. El otoño está cerca y ellos parecen sentirlo. Vagaban por el pasto sin ninguna preocupación en el mundo. No pude evitar sentirme bendecida, no solo por la belleza del momento, sino por el maravilloso trabajo que Dios me ha proporcionado mientras sigo cultivando 2FruitBearers en mi tiempo libre.
Mañana se esperan lluvias a medida que el huracán Francine (actualmente una tormenta tropical) avanza hacia Luisiana. Si bien su trayectoria exacta aún es incierta, hoy fue un día tranquilo, lleno de la simple alegría de ver a estas criaturas descansar en la hierba.
¿No es así como funciona la vida? Un día está lleno de sol y rosas, y al siguiente, hay una tormenta en el horizonte. Sin embargo, a pesar de todo, Dios permanece fiel, caminando con nosotros tanto en los momentos de tranquilidad como en las tormentas de la vida.
Es muy fácil alabar al Señor cuando el dinero fluye y la muerte no llama a nuestra puerta. Pero cuando están a punto de cortarnos la luz y el informe del médico es negativo, agachamos la cabeza y olvidamos de inmediato que hay un Dios ahí arriba, con nosotros. Sí, incluso en las tormentas más violentas, Dios está a nuestro lado y nunca nos dejará solos.
Alguien necesita escucharme hoy. Dios está en tu tormenta. Siento al Espíritu Santo mientras escribo esto. Nunca has sido abandonado y nunca lo serás. Jesús te ama. Esta tormenta puede ser abrumadora y puede traer tornados devastadores, pero tienes que aguantar. Al igual que Pedro, necesitas salir de la barca con fe...
Pedro y los discípulos sin duda experimentaron en primera persona una tormenta, ¿no es cierto? ¡Qué prueba de fe! Y en esta asombrosa historia hay una metáfora muy poderosa. Dios sabía que, miles de años después, necesitaríamos la tormenta de Pedro como recordatorio para enfrentar nuestras propias tormentas de la vida. El momento en que Pedro salió de la barca en medio de una tormenta furiosa es muy profundo. Dio ese paso valiente con fe, pero en el momento en que apartó la mirada de Jesús, comenzó a hundirse.
Eso es lo que nos pasa cuando apartamos la mirada de Jesús: empezamos a ahogarnos. Nos ahogamos en la depresión, la autocompasión y la desesperanza, hasta que parece que no hay salida.
Pero esa es una mentira que viene directamente del abismo del infierno. La Palabra de Dios está llena de promesas que nos impiden ser abrumados por las tormentas de la vida. Podría enumerar muchas de ellas, pero te dejaré con una que ruego que llegues a lo más profundo de tu alma. En medio de tu tormenta con vientos y tornados, ruego que te aferres a esta promesa de Isaías 61:3:
Para consolar a los afligidos de Sión, para darles gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; para que sean llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para glorificarlo.
No fui yo quien eligió este versículo, sino que él me eligió a mí. Solo puedo creer que es la manera en que Dios te habla en este momento.